PILPILÉN, lecciones de vida
Ya en otras ediciones hemos hablado del Pilpilén, un ave simplemente hermosa, misteriosa y esquiva, acérrima defensora de su familia, tanto que los adultos se usan a sí mismos como escudos o señuelos para distraer a los depredadores, que obviamente también incluye a nosotros, los humanos.
En el marco del rodaje del documental “Huentelauquén, sutiles presencias” hemos estado internándonos en las entrañas de este ecosistema de llanos, dunas, quebradas y humedales, que cabe señalar, es una verdadera caja de sorpresas naturales, distintos biomas que denotan su propio carácter y desarrollo sistémico. En los estuarios y playas, el Pilpilén se hace notar tanto por su distintivo plumaje pardo/negro/blanco como por su inconfundible pico rojo, presente en el Pilpilén común (Haematopus paillatus) del que estamos hablando, como en el Pilpilén negro (Haematopus ater).
El Pilpilén es un ave grande, voluminosa, y como consignamos antes, es un ave que habita exclusivamente en las costas, porque su dieta es en base a mariscos y otros invertebrados que encuentra en las playas, especialmente cuando el oleaje despeja las orillas exponiendo a los desafortunados a su vistoso pico y apetito, que también compite con una importante variedad de otras aves playeras, que hacen de la arena mojada su despensa.
Una particularidad que vemos en el comportamiento del Pilpilén es que anida en los lugares, hoy por hoy, menos indicados, considerando el mal que hacemos los humanos al entrar con vehículos a las playas y dunas, que es precisamente donde pone sus huevos prácticamente sin nada que los proteja, salvo su extraordinario camuflaje. Mas allá de este “habito” poco recomendado con largas y pacientes observaciones, nos damos cuenta de este “acto” altruista del ave, o mejor dicho de los padres del huevo o pichón, que, ante nuestra distante posición, primero nos sobre vuela con sus característicos silbidos, para ver qué somos y que potencial peligro representamos para su familia.
Para nuestra sorpresa estos sobrevuelos también son una advertencia, son rasantes en algunas ocasiones, casi como kamikase por nuestras cabezas, esto por cierto es una clara señal de que estamos cerca para ellos de su nido, que hay que reconocer, no es fácil de distinguir a simple vista en la monocromía de la arena, por ello se debe entrenar el ojo y andar con cuidado, todo gracias a simplemente “informarse” sobre el lugar que visitamos y su contenido biológico. Esto aplica a todos los ecosistemas, ¡a todos! Incluso los que aparentan ser yertos y sin vida, en todos existe vida, “sutiles presencias” a propósito de nuestro documental.
No obstante, las advertencias de nuestra querida ave, nos agazapamos para observar, en nuestra misión de captar, registrar y compartir esto es una buena señal, porque significa que en algún lugar está el o los huevitos o el los pollitos de Pilpilén escondidos, y aquí nos detenemos para narrar este maravilloso comportamiento, que marca la diferencia entre vivir o ser presa de algo o alguien. Y es que la educación genética que recibe el polluelo del Pilpilén, es, que en ausencia de sus padres sepa salvaguardarse por sí mismo. Es prácticamente una operación Cooper (ex operación Deyse) donde el polluelo corre a un lugar seguro o simplemente se agacha para mezclarse con la arena o la vegetación, que es poca en las playas, en su defecto los montones de algas secas, son también un excelente recurso a utilizar por la inocente ave.
Y este mecanismo de auto defensa no va solo, porque sus padres hacen lo suyo en esta “operación táctica” tal cual lo dice la frase, y aquí hay dos situaciones, donde el estrato de peligro o riesgo tiene cada uno su nivel de respuesta. Por ejemplo, si la amenaza no es mayor y el polluelo camina con sus padres, este se agazapa o camina apresurado a un lugar seguro donde no lo vean y sus padres al contrario de lo que uno haría con sus hijos, ellos se alejan de él, lo más que se pueda, a manera de que la atención del observador se centre en ellos. La otra situación es, como decíamos antes, el sobrevuelo tratando de ahuyentar a la amenaza, medida más común cuando la amenaza proviene de aves rapaces o incluso otros pilpilenes, siempre tratando de apartar la atención en el polluelo.
En resumen, la observación paciente y no invasiva nos permitió evidenciar un comportamiento de sacrificio desinteresado y altruista en la naturaleza, donde los progenitores se exponen ante la amenaza para, si es necesario, ser la presa antes que su cría, las experiencias vivenciales son heredadas genéticamente permitiendo la sostenibilidad de la especie en el tiempo, considerando las nuevas contingencias ambientales y antropogénicas existentes, este acto convierte al Pilpilén en un héroe silencioso de la naturaleza.
Revista BIOMA
2024